Podría pasar como un dislate más, entre los muchos a los que nos tiene acostumbrados Pedro Castillo. Pero en este caso no se trata de un error. Es un acto de ignorancia imperdonable sobre la Historia del Perú. Nos resistimos a pasar por alto lo del pasado sábado en Tacna, pues vuelve a poner en evidencia, de manera estrepitosa, la absoluta indefensión en que nos encontramos los peruanos al tener un jefe de Estado que no deja de exhibir semejantes extremos de desconocimiento sobre el país. Y seguir, además, tan fresco y campante.
Dijo el mandatario:
“El ciudadano de Tacna tiene los mismos derechos como el ciudadano de Tarata,
como el de Tarapacá, como el de Candarave, de Jorge Basadre y del que está en
Tumbes, el que está en Chota… y el que está en todo lugar”. Fue en el discurso
que improvisó ante los tacneños durante ese circo andante en que se han
convertido los Consejo de Ministros Descentralizados, llevado a cabo esta vez
en la llamada Ciudad Heroica.
Tarapacá, como se
sabe, perteneció al Perú, pero luego de la Guerra del Pacífico fue
sangrientamente anexada a territorio chileno. Es decir, no forma parte de
nuestro mapa nacional hace más de un siglo. Incluirla en un recuento de
provincias tacneñas para decir pomposamente que eran tan importantes como sus
similares en otras zonas del país, retumba hasta hoy en los oídos de los
lugareños. No solo como una nueva demostración de ignorancia supina, impropia
en un presidente de la República, sino como una falta de respeto por la
historia del Perú y, particularmente, la de los tacneños.
El alcalde de Tacna
le ha exigido disculpas públicas por tan desatinada alusión a Tarapacá,
igualándola a otras provincias de la región. A su vez, la presidenta de la
Benemérita Sociedad de Auxilios Mutuos de Señoras de Tacna, respetada
institución local que organiza los actos en homenaje a las víctimas de la
guerra y del cautiverio chileno, recomendó amargamente a Castillo que se diera
el trabajo de repasar los hechos relacionados a la Guerra del Pacífico, que
dejó imborrables heridas en el pueblo tacneño.
Una vergüenza, pues,
difícil de parangonar con otras barbaridades que suelen poblar los discursos
presidenciales. Y peor todavía viniendo de un personaje que ante las multitudes
se jacta, una y otra vez, de su condición de educador y maestro de escuela.
Pobres sus alumnos. Pobre Perú.
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