Estamos ante el bochornoso espectáculo de harapientos morales arranchándose un botín llamado Estado. Se lo estaban repartiendo; ahora se lo disputan.
Los caviares bregaron para que Pedro Castillo llegue al poder. Al sufrir
la doble debacle electoral del Partido Morado y de Juntos por el Perú de
Verónika Mendoza, no les importó la notoria y evidente ineptitud de Castillo y
decidieron volverse co-gobierno. Toda esta historia la sabe el país entero,
aunque sus protagonistas hoy quieran negarlo en un caricaturesco ejercicio de
amnesia selectiva.
Hace unos días, con el cambio de gabinete, Castillo, mentiroso y felón a
mansalva, afiló su machete —ese que los caviares en la campaña defendieron como
“expresión cultural” cuando los militantes del lápiz paseaban amenazantes por
las calles— y con ese machete les cortó el pescuezo a los cargos y los sueldos
estatales y entonces, de pronto, los caviares se volvieron moralistas a
ultranza.
Mirtha Vásquez, la que generó incendios en el vital sector minero,
denunció corrupción; Avelino Guillén, el que nombró prefectos del Fenatep,
avisó de complots corruptos en la policía; y el secretario de Palacio, Carlos
Jaico, el silencioso, descubrió un gabinete en la sombra.
Estos personajes, representantes del caviarismo, ocultaron todos los
episodios sórdidos, fueron parte del encubrimiento y solo cuando los despojaron
del cargo, de los privilegios, del sueldo y de la escasa dignidad que les
quedaba, ahí, de pronto, se volvieron moralistas denunciantes de barbaridades
que debieron revelar apenas las conocieron. Ya lo dijo hace mucho el francés
Proust: “Tan pronto como uno es infeliz se hace moral”.
La segunda parte del bochornoso espectáculo ha sido la lluvia de
mensajes en Twitter convocando a marchas bajo el lema Alista las zapatillas
(Nike). De pronto, una legión de flamantes ex funcionarios, políticos sin
curul, miembros de oenegés, artistas, periodistas —complete el lector la lista
tan larga que fatiga completarla— de pronto, todos ellos, se volvieron
opositores. Y así, la vacancia ya no era un acto fujimorista o fachista sino un
pedido democrático.
Con una rapidez mayor a la que tiene su ex amado Pedro Castillo para
mentir, la legión de caviares al ver que los beneficios estatales se esfuman,
se convirtieron en enemigos. Olvidaron las fotos que se tomaban sonrientes con
Castillo blandiendo el lápiz. Olvidaron los tuits que lanzaban a mansalva en la
campaña y post campaña insultando a todo aquel que se daba cuenta de que el
país iba al abismo.
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