En los últimos meses, el mandatario Pedro Castillo nos ha enseñado exactamente qué no hacer cuando se está a cargo de un país. En esencia, nos ha entregado un manual detallado sobre cómo enterrar una presidencia en menos de un año.
Primero: Rodearse de
las personas menos indicadas. Aquellos que no tienen experiencia en el Estado
ni conocimientos técnicos. Personas con el compás moral trunco y que priorizan
su propio bolsillo. Que ellos sean tu círculo más cercano.
Segundo: Solo
escuchar a este círculo cercano para tomar todas las decisiones importantes.
Designar en cargos esenciales (como distintas carteras ministeriales) a
personajes cuestionados -incluso penalmente- y no removerlos inmediatamente.
Repetir este proceso varias veces hasta caer en el ridículo. Puntos extra si
alguno de tus gabinetes dura menos de una semana.
Tercero: No dar
conferencias de prensa durante los primeros meses de tu gobierno. Alejarse de
la transparencia. Cuando das tu primera entrevista importante, estar tan poco
preparado que el continente entero se burle de ti.
Cuarto: Tener un
discurso agotable y frágil que consiste únicamente en las palabras “gobierno
del pueblo”. Nada de sustancia, ni siquiera la tan temida ideología que
pregonabas antes. Nada. Ni un solo plan para el país.
Quinto: Pensar que el
solo hecho de tener el cargo de presidente es suficiente y no trabajar por
consolidar alianzas duraderas con otros líderes políticos.
Sexto: Por cada error
que cometes tú o alguien de tu entorno cercano, buscar un chivo expiatorio.
Subestimar la inteligencia de los peruanos y esperar que te crean.
Sétimo: ver cómo tu
sillón presidencial cuelga de un hilo. No hacer nada para remediarlo y esperar
a que todo, eventualmente, se venga abajo.
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