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martes, 28 de junio de 2022

UN PRESIDENTE AFÓNICO


Ayer, tras haber reprogramado la sesión, el presidente Castillo finalmente no recibió a la comisión de Fiscalización del Congreso en Palacio de Gobierno. En teoría, el mandatario recibiría a dicho grupo para ser interrogado sobre el caso Sarratea, pero a último minuto anunció que no lo haría.

Es el colmo. El gobierno turbio y afónico de Pedro Castillo representa la total antítesis del gobierno del “pueblo” que dice simbolizar. De hecho, la palabra “pueblo” no debería poder salir de la boca de Castillo. Lo único que hace este presidente es faltar a la verdad, y, en consecuencia, burlarse descaradamente del pueblo.

Martín Vizcarra se presentó ante la comisión de Fiscalización cuando era presidente, y Pedro Pablo Kuczynski recibió a la comisión en Palacio de Gobierno, tal como había dicho que lo haría Castillo. Con todo lo que podemos criticar a Kuczynski y a Vizcarra, por lo menos reconocieron la importancia del gesto político que implica asistir a la citación hecha por la institución que representa a la Nación y a sus electores. Castillo ni siquiera nos da eso.

Lo que queda clarísimo acá es que Castillo tiene miedo. ¿Por qué tiene miedo? ¿Qué esconde? ¿Cree que quedarse callado lo hace ver inocente? Lo cierto es que el temor que emana de Castillo se percibe a leguas, y pone aún más dudas y sospechas sobre su sombrero.

Parece que, a ya casi un año de gobernarnos, Castillo todavía no entiende que se debe a los peruanos. A quienes votaron por él y a quienes no lo hicimos. Su trabajo es –literalmente– trabajar para nosotros, y eso pasa también por reconocer la importancia de gestos políticos y responder las preguntas que tenemos para él. Si pretende seguir operando de manera tan sigilosa, su gobierno tiene los meses contados.

ANTIFUJIMORISTAS DE APELLIDO


Desde que cayó el Gobierno de Fujimori en el 2000, se ha erguido una corriente denominada antifujimorismo, en supuesta señal de rechazo hacia los crímenes cometidos durante la década de 1990. Sin embargo, en los últimos años, el antifujimorismo colérico ha demostrado no oponerse a los actos delictivos, sino simplemente a todo lo relacionado al apellido Fujimori.

Cuando apareció Alberto Fujimori en 1990, era un candidato improvisado cuyo único mérito era ser un profesor “del pueblo” montado en su tractor. Su candidatura presidencial fue tan improvisada que ni siquiera presentó plan de gobierno, y tenía serios cuestionamientos de su época como rector en la Universidad Agraria. A la izquierda no le importó nada de eso y lo apoyó sin titubear. Vargas Llosa, en su libro El pez en el agua, cuenta cómo el diario La República le declaró la guerra al escritor para favorecer a Fujimori. Parece que a los jóvenes antifujimoristas les falta un poco de lectura para ver que su gran enemigo fue creado por los que ahora marchan gritando –irónicamente– “memoria y dignidad”.

A Fujimori se le puede acusar de haber destrozado el sistema de partidos, haber dado un golpe de Estado, eliminar el Senado, la corrupción de su Gobierno y demás crímenes, pero eso mismo debe ser condenado a cualquier otro político. Al igual que Fujimori, Vizcarra destrozó el sistema de partidos y cerró “fácticamente” el Congreso, y fue aplaudido por la izquierda; Castillo no tuvo plan de gobierno, su Gobierno secreta corrupción, y así como Fujimori tuvo congresistas tránsfugas, el presidente tiene a ‘Los Niños’ en el Congreso que evitan su vacancia y, aun así, la izquierda antifujimorista lo apoya.

Queda claro que el fanatismo de cualquier tendencia, mezclado con ignorancia histórica, lleva a que los fanáticos apoyen a una persona que representa a lo que supuestamente ellos se oponen, pero con diferente apellido. Por eso, a las personas, sobre todo a los políticos, hay que juzgarlas por sus acciones y no por sus palabras.

miércoles, 22 de junio de 2022

CERO EN HISTORIA; PROFESOR PEDRO CASTILLO DICE QUE TARAPACÁ PERTENECE AL PERÚ


Podría pasar como un dislate más, entre los muchos a los que nos tiene acostumbrados Pedro Castillo. Pero en este caso no se trata de un error. Es un acto de ignorancia imperdonable sobre la Historia del Perú. Nos resistimos a pasar por alto lo del pasado sábado en Tacna, pues vuelve a poner en evidencia, de manera estrepitosa, la absoluta indefensión en que nos encontramos los peruanos al tener un jefe de Estado que no deja de exhibir semejantes extremos de desconocimiento sobre el país. Y seguir, además, tan fresco y campante.

Dijo el mandatario: “El ciudadano de Tacna tiene los mismos derechos como el ciudadano de Tarata, como el de Tarapacá, como el de Candarave, de Jorge Basadre y del que está en Tumbes, el que está en Chota… y el que está en todo lugar”. Fue en el discurso que improvisó ante los tacneños durante ese circo andante en que se han convertido los Consejo de Ministros Descentralizados, llevado a cabo esta vez en la llamada Ciudad Heroica.

Tarapacá, como se sabe, perteneció al Perú, pero luego de la Guerra del Pacífico fue sangrientamente anexada a territorio chileno. Es decir, no forma parte de nuestro mapa nacional hace más de un siglo. Incluirla en un recuento de provincias tacneñas para decir pomposamente que eran tan importantes como sus similares en otras zonas del país, retumba hasta hoy en los oídos de los lugareños. No solo como una nueva demostración de ignorancia supina, impropia en un presidente de la República, sino como una falta de respeto por la historia del Perú y, particularmente, la de los tacneños.

El alcalde de Tacna le ha exigido disculpas públicas por tan desatinada alusión a Tarapacá, igualándola a otras provincias de la región. A su vez, la presidenta de la Benemérita Sociedad de Auxilios Mutuos de Señoras de Tacna, respetada institución local que organiza los actos en homenaje a las víctimas de la guerra y del cautiverio chileno, recomendó amargamente a Castillo que se diera el trabajo de repasar los hechos relacionados a la Guerra del Pacífico, que dejó imborrables heridas en el pueblo tacneño.

Una vergüenza, pues, difícil de parangonar con otras barbaridades que suelen poblar los discursos presidenciales. Y peor todavía viniendo de un personaje que ante las multitudes se jacta, una y otra vez, de su condición de educador y maestro de escuela. Pobres sus alumnos. Pobre Perú.

lunes, 6 de junio de 2022

EL MINISTRO “ESTRELLA”


Es muy difícil de creer que el presidente Pedro Castillo no estuvo al tanto de las andanzas delictivas de su ministro estrella Juan Silva, a quien el mafioso Zamir Villaverde habría pagado una coima de parte de un empresa contratista, según un audio que está en manos de la Fiscalía de la Nación, pues contra viento y marea el mandatario lo mantuvo como titular de Transportes y Comunicaciones, y solo se vio forzado a sacarlo cuando era inminente su censura.

Es evidente que Silva no se mantuvo en el cargo por su excelente gestión en un sector eminentemente técnico como el MTC, pues el pobre hombre ha mostrado como “pergaminos” el haber sido “conductor” y profesor, es decir, era un cero a la izquierda, algo que se advirtió desde el primer día en que asumió dicho ministerio en julio del año pasado. Sin embargo, el jefe de Estado lo dejó allí. ¿Por qué? Eso ya lo debe saber el fiscal de la Nación, Pablo Sánchez.

Recordemos también que mientras estuvo en el MTC, Silva mostró que era un desastre al hacer nombramientos y que trabajaba en alianza con colectiveros informales, es decir, sus colegas. Este sujeto incluso nombró en un alto cargo a una ladronzuela de supermercados y a personajes que tuvieron que ser cambiados al día siguiente debido a sus antecedentes. Así y todo, el hombre que decía “palabra de maestro”, mantenía a este señor. ¿Cuál era el interés por no removerlo? ¿“Negocios”?

Pero si analizamos el caso del Silva, no miremos solo al presidente Castillo, quien según el Ministerio Público era parte de la mafia enquistada en el MTC para direccionar obras a constructoras “generosas”. También echemos un ojo al Congreso, que por casi medio año dejó operar a este sujeto sin dignarse a censurarlo. Sería buen conocer quiénes y por qué lo blindaron, en lugar de mandarlo a su casa en el primer mes, cuando ya se sabía qué clase de elemento era.

El gobierno de Castillo apesta a corrupción desde hace tiempo, pero muchos no lo quisieron ver por más que hoy se hacen los horrorizados y se rasgan las vestiduras. Por ahí están Mirta Vásquez, Avelino Guillén y otros personajes que incluso han compartido gabinete con Silva, el hombre de los “100 grandes”, el caballero que de chofer de combi pirata y docente de un colegio de Puente Piedra, pasó a ser ministro para llevarse la plata en balde, un personaje sobre el que se aplica el dicho “no más pobres en país rico”.