Presagiando la esterotípica informalidad que privilegia la izquierda sudaca, volaron por los aires todos los protocolos antes, durante -incluso después- de la ceremonia llevada a cabo en el Congreso para realizar la investidura presidencial. Los padres de la patria llegaron tarde al palacio legislativo, mientras los invitados arribaron desde temprano. La banda entonó la marcha de bienvenida cuando el todopoderoso Cerrón ingresaba de la mano del parlamentario Bellido, el que exhibe otro modelo de sombrerito.
De otro lado los
cuatro comandantes generales de las FFAA y PNP asistieron sin el presidente del
Comando Conjunto, pues había renunciado días antes. Castillo, presidente de la
mitad del país, ingresó al Parlamento trajeado de Evo Morales. Lo hizo con
sombrero. Sólo se lo quitó para fijarse el fajín. Las galerías estuvieron
repletas de sombreros semejantes. Por primera vez no juró el gabinete
ministerial porque, sencillamente, Castillo no había designado a su premier ni,
consecuentemente, al resto de ministros.
Las FFAA tampoco le
entregaron en el día de nuestra patria el bastón de mando al presidente de
medio Perú. Porque, continuando con el tema de la informalidad, la izquierda
programó para el día siguiente la sujeción de las FFAA a Pedro Castillo, en
rito a realizarse en Ayacucho. ¿Razón? Humillar a las FFAA. Porque la izquierda
califica a los militares de “genocidas de luchadores sociales” mientras los
uniformados, como la mayoría civil, los consideran terroristas.
Previamente deberá
nombrarse un nuevo Presidente del Comando Conjunto y, probablemente, a nuevos
comandantes generales de las FFAA. Porque todo indica que los actuales no
estarían dispuestos a asistir a la payasada montada por los rojos en Ayacucho.
Por último, Sagasti
llegó a la puerta del Congreso exhibiéndose con banda presidencial, cuando ésta
ya la lucía la presidenta del Congreso. Sin entrar al recinto legislativo –al
que hasta entonces pertenecía- Sagasti salió corriendo, posiblemente recordando
que jamás fue electo jefe de Estado; sólo fue un encargado provisional de la
presidencia de la nación.
La titular del
Congreso, elegida la víspera, había asumido simultáneamente el encargo de
presidente de la República. Ahí mismo, no al día siguiente, Sagasti debió devolverle
la banda presidencial. Pero siendo zurdo, prefirió lucirse estrambótica,
indebidamente.
Sobre el discurso, ni
vale la pena explayarse. Porque Castillo lo inició jurando por una “nueva
constitución, mis hermanos campesinos, quechuas, shipibos, afroperuanos, etc.”
Excepto blancos. Vale decir, antepuso como cuestión previa la aprobación de la
nueva Constitución, al jurar expresamente por ella. Quiere decir que todas las
ideas que propuso han quedado en segundo plano.
La prioridad de su
gobierno estará fijada en llevar adelante el cambio de Carta. El cambio de
rumbo. Aquello le abre las puertas al caos. Por tanto, no desperdiciaremos
tiempo en estas líneas especulando sobre lo que significaría evaluar si tales o
cuales iniciativas, presentadas ayer por el presidente de medio Perú, son
coherentes. O no lo son.
Eso sí, debemos
alertar que ayer Castillo le ha declarado la guerra al Congreso, elegido
democráticamente por amplios sectores democráticos del país. Por tanto
preparémonos. Se avecinan tiempos tormentosos.
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