“Parece que en el Perú nada nos puede cohesionar. Hoy no hay políticos con convicciones, solo los hay con intereses”, decía el pintor Fernando de Szyszlo. No importa cuando lo manifestó, la realidad es que casi siempre pasa, como ahora en el Gobierno de Pedro Castillo. ¿Cuáles son los intereses del presidente y sus allegados? Los intereses partidarios y no los de los peruanos. Por eso insisten en cumplir con el ideario de Perú Libre, pese a que en el extranjero el discurso sea otro. ¿Y qué proponen? Un Estado faraónico. La mala noticia es que eso ya fracasó en el pasado. Hoy son otros tiempos en el que se necesita pragmatismo.
La única alternativa para superar la crisis y ser un país próspero es el crecimiento económico, que tiene que ver mucho con la iniciativa privada. El jefe de Estado y su equipo pueden haber sido claros en denunciar y protestar por los problemas del Perú, pero son pésimos en dar soluciones.
La amenaza del presidente del Consejo
de Ministros, Guido Bellido, de estatizar Camisea si no renegocia el reparto de
utilidades es un capítulo más de este Gobierno lleno de dudas e interrogantes.
Justo lo expresó un día después que el expresidente boliviano Evo Morales, en
Arequipa, haya centrado su fogoso discurso en la nacionalización de los
hidrocarburos. Todo indica que desde afuera le están marcando la agenda a
nuestro Gobierno.
Esto es grave porque genera más
inestabilidad. A la incertidumbre política y económica ahora se suma la
jurídica. Esto repercutirá negativamente sobre la gobernabilidad y se
profundizará la crisis, que al final afectará los bolsillos de los peruanos.
Esta situación solo acentúa la idea que tenemos de Pedro Castillo y compañía:
además de ser extremistas también son incapaces.
No hay dudas que Bellido es un
provocador, pero a estas alturas esa calificación ya no es relevante, es como
si a un ladrón de billeteras le reprocharan tener mucha agilidad en los dedos.
Lo del premier es muy peligroso ya que a sus actos no les pone el filtro de la
paciencia y la serenidad. Da muestras de ser un político inoperante, quejoso y
encerrado en la burda consigna.
¿Y el presidente Castillo? Sigue en
silencio. Algunos dicen que lo que más destaca de él es esa habilidad que tiene
para no enterarse de nada. Yo creo que lo sabe todo, pero mantiene las formas,
mientras permite que abajo sus segundos repartan golpes para tirarse abajo el
sistema democrático y las libertades.
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