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martes, 7 de septiembre de 2021

EL DIVORCIO POSIBLE


El Gobierno de Pedro Castillo afronta un desgaste causado no por la acción de sus adversarios, sino por la incompetencia para gobernar, percepción extendida principalmente en Lima. Los nombramientos de ministros y funcionarios están en la primera línea de los cuestionamientos. Surgieron diferencias en la oposición porque el Congreso le otorgó el voto de confianza al gabinete de Guido Bellido. Los críticos señalan que se hizo cómplice del empoderamiento de varios ineptos y prosenderistas. Aunque gastara su primera bala de plata (tras la segunda puede ser cerrado), por principio debió negarle la investidura, dicen unos. Otros preferían la confianza acompañada de una inequívoca muestra de desaprobación –con votos en blanco, por ejemplo– sin gastar ninguna bala.

Principios aparte, la aprobación de la confianza por parte del Congreso no ha beneficiado especialmente la imagen del Gobierno. Incluso lo perjudica. Cada nuevo error, como el chapucero nombramiento del director de la DINI, aumenta el descrédito. Si caía el gabinete hubiera podido rectificar, designando a un elenco más potable. O nombrar a otro igual de malo, en el supuesto de que buscara un segundo rechazo para deshacerse del Congreso. Y hubiera podido victimizarse, sobre todo ante la población del interior del país que mayoritariamente lo aprueba y está de acuerdo con la confianza otorgada, según CPI. Propiciar sin fundamento ni estrategia la vacancia también lo favorece.

LA CONTRADICCIÓN

Está por definirse una pugna entre las corrientes que llegaron al Gobierno al ganar las elecciones. Una encarnada por Pedro Castillo, en un frente que incluye al Movadef, y otra por Vladimir Cerrón, del partido marxista leninista Perú Libre. El motivo de fondo de la tensión es la medida en la que el partido, esto es Cerrón, mantiene una cuota de poder en el Gobierno que maneja Castillo. Algún poder le corresponde, eso ya está pactado. Va contra el sentido común esperar que los dirigentes sin responsabilidad pública de un partido de gobierno no influyan en su dirección. El tema es cuánto y bajo qué mecanismo.

El primer ministro Bellido, al ser de confianza de Perú Libre, representaba el factor de equilibrio en la alianza, pero el presidente quiso removerlo cuando se convirtió en el foco de los cuestionamientos. Fracasó. Luego Bellido quiso remover a quien pasó a ser el más cuestionado, el ministro de Trabajo, Iber Maraví, del ala de Castillo. También fracasó. Así han quedado las cosas, hay ahora una tregua. Mas no por mucho tiempo, porque la incapacidad de administración, más la acción del Congreso, pueden forzar cambios que van a alterar el equilibrio. La unidad incluso podría quebrarse. Conviene preguntarse qué diferencias hay entre las corrientes de Gobierno, qué quiere cada una en última instancia.

LAS CORRIENTES

Siendo cierto que Castillo y sus cercanos en el Gobierno provienen de las canteras Movadef, el mascarón de proa de Sendero Luminoso, no hay evidencia de que son militantes del partido. Facilitan y son cómplices de su estrategia, si se quiere, pero en lo básico confluyen en torno de los intereses de un movimiento magisterial ultraizquierdista con objetivos muy concretos: adquirir estabilidad laboral, librarse de los corsés meritocráticos, controlar la Derrama Magisterial y ser el único interlocutor válido ante el Estado (ahora lo es el Sutep, de Patria Roja). El nuevo partido político ultraizquierdista que preparan tiene intereses corporativos, como el de los fonavistas. De miras más cortas y menor consistencia ideológica que Perú Libre.

El partido de Vladimir Cerrón pretende unir a todos los radicalismos de izquierda recogiendo aspiraciones gremiales y provincianas. Algunos de sus aliados provienen del MRTA. Desea ganar los gobiernos del interior para darle mayor poder a las regiones, descentralizando al MEF y federalizando el país. También pretende liderar a toda la izquierda del país, incluyendo a la tradicional y a la limeña clasemediera, bajo la bandera común de una asamblea constituyente. Estas aspiraciones son solo sueños si aumenta el descrédito de Castillo. Cerrón pierde más con el fracaso del Gobierno.

LOS INVITADOS

El fracaso, para Perú Libre, puede ser de dos maneras. Una, que Castillo abandone el plan político y ceda ante la derecha, en cuyo caso el partido pasaría a la oposición. Otra, que el Gobierno con todos sus aliados termine repudiado por el pueblo. Esta última posibilidad no está lejana. Si se considera la lluvia de procesos abiertos por el Ministerio Público, el partido puede quedarse sin capital político antes de las elecciones regionales del 2022, que serían ganadas por Acción Popular y Alianza para el Progreso.

Mientras cuidaban cada cual sus espacios, Castillo y Cerrón no tomaron en cuenta el daño destructivo que implica nombrar a incompetentes. Una tercera fuerza en el Gobierno, la izquierda que acompaña a Verónika Mendoza, juega por el momento a mantener la paz dentro del barco. Este sector, en la silla de los invitados, también naufragará junto con los dueños de la nave si las cosas salen mal. Por el momento todos están decididos a permanecer juntos.

LOS IMPREVISTOS

Claro que puede haber variables imprevistas. Por ejemplo, que los socios en el Gobierno, impulsados por un común deseo de supervivencia, se vuelvan meritocráticos de la noche a la mañana y logren una administración presentable. Hay un margen porque el Gobierno aún es apoyado mayoritariamente en el interior.

Otra opción es que, cuando empeoren las cosas, Castillo despache a Bellido y encumbre a la vicepresidenta Dina Boluarte, que calienta cuerpo al costado de la cancha. También puede irse más a la derecha. El profesor parece elástico ideológicamente y sus parlamentarios afines, sindicalistas al fin y al cabo, también. La semana pasada votaron a favor del ingreso de tropas norteamericanas al Perú, diferenciándose de otros congresistas cerronistas de Perú Libre.

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