El Gobierno de Pedro Castillo afronta un desgaste causado no por la acción de sus adversarios, sino por la incompetencia para gobernar, percepción extendida principalmente en Lima. Los nombramientos de ministros y funcionarios están en la primera línea de los cuestionamientos. Surgieron diferencias en la oposición porque el Congreso le otorgó el voto de confianza al gabinete de Guido Bellido. Los críticos señalan que se hizo cómplice del empoderamiento de varios ineptos y prosenderistas. Aunque gastara su primera bala de plata (tras la segunda puede ser cerrado), por principio debió negarle la investidura, dicen unos. Otros preferían la confianza acompañada de una inequívoca muestra de desaprobación –con votos en blanco, por ejemplo– sin gastar ninguna bala.
Principios aparte, la
aprobación de la confianza por parte del Congreso no ha beneficiado
especialmente la imagen del Gobierno. Incluso lo perjudica. Cada nuevo error,
como el chapucero nombramiento del director de la DINI, aumenta el descrédito.
Si caía el gabinete hubiera podido rectificar, designando a un elenco más
potable. O nombrar a otro igual de malo, en el supuesto de que buscara un
segundo rechazo para deshacerse del Congreso. Y hubiera podido victimizarse,
sobre todo ante la población del interior del país que mayoritariamente lo
aprueba y está de acuerdo con la confianza otorgada, según CPI. Propiciar sin
fundamento ni estrategia la vacancia también lo favorece.
LA CONTRADICCIÓN
Está por definirse
una pugna entre las corrientes que llegaron al Gobierno al ganar las
elecciones. Una encarnada por Pedro Castillo, en un frente que incluye al
Movadef, y otra por Vladimir Cerrón, del partido marxista leninista Perú Libre.
El motivo de fondo de la tensión es la medida en la que el partido, esto es
Cerrón, mantiene una cuota de poder en el Gobierno que maneja Castillo. Algún
poder le corresponde, eso ya está pactado. Va contra el sentido común esperar
que los dirigentes sin responsabilidad pública de un partido de gobierno no
influyan en su dirección. El tema es cuánto y bajo qué mecanismo.
El primer ministro
Bellido, al ser de confianza de Perú Libre, representaba el factor de
equilibrio en la alianza, pero el presidente quiso removerlo cuando se
convirtió en el foco de los cuestionamientos. Fracasó. Luego Bellido quiso
remover a quien pasó a ser el más cuestionado, el ministro de Trabajo, Iber
Maraví, del ala de Castillo. También fracasó. Así han quedado las cosas, hay
ahora una tregua. Mas no por mucho tiempo, porque la incapacidad de
administración, más la acción del Congreso, pueden forzar cambios que van a
alterar el equilibrio. La unidad incluso podría quebrarse. Conviene preguntarse
qué diferencias hay entre las corrientes de Gobierno, qué quiere cada una en
última instancia.
LAS CORRIENTES
Siendo cierto que
Castillo y sus cercanos en el Gobierno provienen de las canteras Movadef, el
mascarón de proa de Sendero Luminoso, no hay evidencia de que son militantes
del partido. Facilitan y son cómplices de su estrategia, si se quiere, pero en
lo básico confluyen en torno de los intereses de un movimiento magisterial
ultraizquierdista con objetivos muy concretos: adquirir estabilidad laboral,
librarse de los corsés meritocráticos, controlar la Derrama Magisterial y ser
el único interlocutor válido ante el Estado (ahora lo es el Sutep, de Patria
Roja). El nuevo partido político ultraizquierdista que preparan tiene intereses
corporativos, como el de los fonavistas. De miras más cortas y menor
consistencia ideológica que Perú Libre.
El partido de
Vladimir Cerrón pretende unir a todos los radicalismos de izquierda recogiendo
aspiraciones gremiales y provincianas. Algunos de sus aliados provienen del
MRTA. Desea ganar los gobiernos del interior para darle mayor poder a las
regiones, descentralizando al MEF y federalizando el país. También pretende
liderar a toda la izquierda del país, incluyendo a la tradicional y a la limeña
clasemediera, bajo la bandera común de una asamblea constituyente. Estas
aspiraciones son solo sueños si aumenta el descrédito de Castillo. Cerrón
pierde más con el fracaso del Gobierno.
LOS INVITADOS
El fracaso, para Perú
Libre, puede ser de dos maneras. Una, que Castillo abandone el plan político y
ceda ante la derecha, en cuyo caso el partido pasaría a la oposición. Otra, que
el Gobierno con todos sus aliados termine repudiado por el pueblo. Esta última
posibilidad no está lejana. Si se considera la lluvia de procesos abiertos por
el Ministerio Público, el partido puede quedarse sin capital político antes de
las elecciones regionales del 2022, que serían ganadas por Acción Popular y
Alianza para el Progreso.
Mientras cuidaban
cada cual sus espacios, Castillo y Cerrón no tomaron en cuenta el daño
destructivo que implica nombrar a incompetentes. Una tercera fuerza en el
Gobierno, la izquierda que acompaña a Verónika Mendoza, juega por el momento a
mantener la paz dentro del barco. Este sector, en la silla de los invitados,
también naufragará junto con los dueños de la nave si las cosas salen mal. Por
el momento todos están decididos a permanecer juntos.
LOS IMPREVISTOS
Claro que puede haber
variables imprevistas. Por ejemplo, que los socios en el Gobierno, impulsados
por un común deseo de supervivencia, se vuelvan meritocráticos de la noche a la
mañana y logren una administración presentable. Hay un margen porque el
Gobierno aún es apoyado mayoritariamente en el interior.
Otra opción es que,
cuando empeoren las cosas, Castillo despache a Bellido y encumbre a la
vicepresidenta Dina Boluarte, que calienta cuerpo al costado de la cancha.
También puede irse más a la derecha. El profesor parece elástico ideológicamente
y sus parlamentarios afines, sindicalistas al fin y al cabo, también. La semana
pasada votaron a favor del ingreso de tropas norteamericanas al Perú,
diferenciándose de otros congresistas cerronistas de Perú Libre.
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