El Congreso de la
República es uno de los menos respaldados por el Pueblo. De acuerdo con una
encuesta de Ipsos, el 71% de la población desaprobaba su gestión. No sorprende,
en consecuencia, que el 89.5% de los encuestados, según CPI, haya respaldado la
decisión del presidente Martín Vizcarra de disolverlo.
Principalmente el
rechazo al desempeño del Congreso se relacionaba estrechamente con la mala
conducta, irregularidades y hasta delitos protagonizados por legisladores de
diversos partidos políticos.
Ad portas de una
nueva elección congresal, el panorama no ha cambiado, el 90 % de candidatos son
prácticamente impresentables, sin brújula ni ideas, van prometiendo cosas
inalcanzables para el cargo al cual aspiran.
La labor de los
partidos que son los encargados de elaborar la lista de candidatos, ha sido
totalmente MALA. La mayoría tienen antecedentes y performances cuestionables
por su paso por la administración pública, dado los antecedentes negativos
antes mencionados, es evidente que algo falla en el proceso.
Entre las causas de
estos vicios más ha sido el afán por DAR CABIDA A POSTULANTES SIN MAYOR ARRAIGO
NI HISTORIAL POLÍTICO Y PRIVILEGIAR OTRAS RAZONES, COMO SU SOLVENCIA ECONÓMICA
Y EL VOLUMEN DE SUS APORTES A LA CAMPAÑA DEL PARTIDO.
La ciudadanía debe
sentirse plenamente representada por el Congreso y tener la certeza de que sus
representantes trabajan por el bien común y no buscando el beneficio propio. Y
el panorama no es nada alentador en estas elecciones 2020, debido a los
currículos despreciables de algunos candidatos al congreso, y que buscan
representar a la región Lima.
ALGO
MÁS
El Congreso
disuelto tuvo entre sus filas hasta a 3 congresistas que fueron encarcelado
tras ser despojado de su inmunidad y condenado por el Poder Judicial. Además
más de 70 afrontan investigaciones en el Ministerio Público, por presuntamente
integrar organizaciones criminales, incluso hasta antes de su elección.
El efecto negativo
que estas situaciones generan en la imagen del Legislativo, desencadena en el
desprestigio que no es saludable para la estabilidad de nuestra democracia.
Las elecciones
congresales extraordinarias serán el 26 de enero del 2020, y la población no
sabe por quién votar; esa confusión es un peligro pues podríamos tener un
Congreso igual y hasta peor que el disuelto. Regresamos. La paciencia es
nuestra mejor virtud.
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