Mientras el mundo
está cerrando sus fronteras para contener propagación del coronavirus y la
Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que Europa y EEUU se han convertido
en el epicentro actual de la pandemia después de haber registrado más casos y
muertes que el resto del mundo combinado, aparte de China, donde el coronavirus
se originó el pasado diciembre, en el Perú los ciudadanos hacen lo mismo.
Lejos de la capital,
los pueblos del Perú toman sus propias medidas de seguridad ante el avance de
la pandemia por la Covid-19. Han cerrado sus accesos, reactivado los comités de
autodefensas e impuesto la vigilancia estricta de su población.
Sin embargo, en
Caral-Supe, hay una empresa que al parecer tiene privilegios, pues todos los
días desplaza varios ómnibus de trabajadores, la mayoría del distrito de Huaura
en donde hay un peligroso foco infeccioso.
En ese poblado han
decidido el cierre de sus fronteras con el fin de evitar el ingreso de extraños
y exponerse al contagio, pero las autoridades sanitarias y policiales en vez de
proteger la vida humana, prefieren hacerlo con esta empresa.
Lo lamentable es que,
en Caral, no hay médicos, faltan medicinas y no hay agua potable, y aunque el
virus aún no ha llegado a sus comunidades y solo está presente en zonas
urbanas, la respuesta del gobierno y la atención a estos lugares es bastante
limitada y tiene que replantearse de forma urgente, pues el Coronavirus tiene
una capacidad de contagio alta. Lo importante en este momento es evitar que el
virus se expanda e ingrese al valle Caral.
ALGO MÁS
En una situación de emergencia
sanitaria debe prevalecer la vida humana, y no los intereses económicos de una
empresa, lo que sucede en Caral-Supe es un reflejo del poder económico que no
le importa la salud de los pobres.
Si protestan y alzan
su voz de rechaza, reciben represión policial con violencia. ¿Hasta cuando los
derechos de los pobres a la vida y a la salud,
va estar en desventaja al poderoso
terrateniente?. La paciencia es nuestra mejor virtud.
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