El problema de fondo no es el ocaso de ambos periodistas. Hay un ámbito grave. Pedro Castillo y sus hordas están desmontando la escasa institucionalidad que le quedaba a este país y lo están convirtiendo en un país absolutamente informal.
Saber cuándo y dónde
rendir las armas es clave en la vida de los combatientes. Ese instante es el
que otorga honor o envuelve en deshonra. Hay quienes caen dando batalla; otros
se rinden en un palacio. César Hildebrandt aprendió en la televisión a
construirse una imagen de combatiente. Supo manejar con talento los resortes de
la apariencia y la mayoría lo recuerda como un periodista aguerrido, belicoso.
Fue siempre implacable y mordaz y, a pesar de ser un hombre con una cultura
obtenida en los libros, tenía el mal gusto de utilizar el agravio acaso
acorralado por ese carácter suyo que Mario Vargas Llosa sintetizó en una frase
precisa: “Un hombre de carácter dificilísimo, susceptible y atrabiliario”.
Hildebrandt, a lo
largo de su carrera, se sintió juez de todo y de todos. Fustigó, con razón o
sin ella, a quien le venía en gana, incluso a mentes brillantes sintiéndose
superior. Un ejemplo sea suficiente. Sobre nuestro Premio Nobel escribió: “Yo
tenía la idea de que Vargas Llosa había encontrado el último peldaño del pozo
en el que se sumergió desde que se hizo parte de las redes corruptas de la
derecha española, pero estaba equivocado. Hay todavía nuevos subsuelos que
explorar, alcantarillas más profundas”. El juez Hildebrandt, dueño de la
pureza; los demás, infames todos.
Ese hombre de
permanente ceño fruncido, perito en emboscadas, experto en cercos a los
entrevistados, el que le hizo decir a un acorralado Belaunde “Ha sido un error
darle esta entrevista”, ese mismo periodista se sentó frente a Pedro Castillo y
le ofreció una entrevista sin repreguntas, dejó que Castillo no le conteste nada,
le permitió que diluya todo en burdas generalidades.
Antes de esa
entrevista, Hildebrandt había opinado con dureza, y con razón, que Castillo
“Está convencido de que él no preside un país, sino que encabeza una
montonera”. También había escrito: “Tenemos a un presidente de dudosa
reputación”. Nada de eso asomó en la entrevista que difundió con el excesivo
rótulo de “Primicia”.
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