El Poder Ejecutivo, diversos miembros del gabinete ministerial y algunos congresistas del partido de gobierno, vienen ofreciendo al país una actuación absolutamente contradictoria.
Por un lado,
utilizando a un agudo y confrontacional primer ministro que de manera agresiva
y supuestamente inconsulta, se lanza a hacer anuncios oficiales, atacar
empresas del sector privado ó a amenazar a otros poderes del Estado; y,
mientras ello ocurre, estas acciones son pública y decididamente apoyadas por
algunos miembros del partido de gobierno, a través de afilados comentarios en
redes sociales y, en paralelo, algunos otros ministros tratando de bajar el
tono o desconectarse de dichas afirmaciones, hasta escalar a un presidente de
la Republica que, con un discurso que pretende presentarse como “neutro”,
desmiente inicialmente a unos y apoya posteriormente a otros y viceversa, casi
en simultáneo, sin poner –adrede– orden en “casa”.
Pareciera un simple
juego de “policía bueno y policía malo” pero, ciertamente, más parece que
tenemos al frente un orquestado y bien hilvanado trabajo político, bajo el
libreto del principio marxista de la “contradicción”, a través del cual la
“afirmación” y la “negación”, simultanea para un mismo objetivo, resulta ser el
actor principal.
Bajo esta óptica, la
“contradicción” fundamental de la sociedad, sería la de la contradicción entre
el carácter social de la producción y el carácter privado de la propiedad
(finalmente, la teoría del comunismo se puede reducir a una sola oración:
“abolir toda propiedad privada”), y entre lo que denominan la burguesía y el
proletariado ó, aterrizado en la realidad de nuestro país, entre ricos y
pobres, entre cholos y blancos, entre andinos y capitalinos, entre quechua
hablantes e hispano hablantes.
¿Le suena conocido?
Aquí vamos entonces con lo que viene ocurriendo en nuestra realidad política:
un cuidadoso juego de posiciones que pretenden crear “contradicciones”,
victimizando a unos y afirmando a otros para la consecución de los unitarios
fines políticos de quienes, hoy, ostentan el poder en el Perú: la toma absoluta
del mismo y la evidente restricción de las libertades y perpetuación en el
poder, pues como decía Simone Weil, “Cuando una contradicción es imposible de
resolver, salvo a través de una mentira, entonces sabemos que se trata de una
puerta” , puerta con la que este gobierno que parece no saber ni a dónde va,
tiene en vilo a todo el país.
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