El último jueves y viernes hemos sido testigos de la puesta en escena de una obra teatral muy bien montada desde el Congreso de la República. Por un lado, el actor principal del drama Guido Bellido, tratando de convencer, con una falsa y bien estudiada moderación, que se ciñe a las reglas del juego democrático.
Sin embargo, el
aparente “final feliz” para quienes dicen creer en la “gobernabilidad” se
diluyó cuando en tono desafiante a pocas horas de recibir la confianza del
Parlamento, Bellido amenazó al Legislativo que haría cuestiones de confianza si
“no los dejaban trabajar”. La manida “bala de plata” pasó a perdida en menos de
24 horas.
Pero no solo eso, al
cierre de su exposición ante el Parlamento Bellido puso sobre la mesa el tema
del cambio de Constitución, que hábilmente no incluyó en su discurso. “La
Constitución de 1993, en 20 años, no solo no ha solucionado la situación de
marginación de las mayorías, sino que la ha profundizado. Este sistema político
y social terminará de todas maneras. Nosotros queremos realizar este cambio en
democracia y paz. Buscamos el voto de investidura con este fin”.
A sabiendas que van
por el objetivo final de tener un poder ilimitado con el cambio de reglas de
juego a través de la Asamblea Constituyente, el Congreso le otorgó la confianza
al Gabinete Bellido por 73 votos a favor y 50 en contra. El cuento del “diálogo
y consenso” no duró ni 24 horas.
Y es que no se pueden
aplicar razonamientos democráticos a un gobierno que no cree en la democracia
sino que la utiliza para destruirla desde adentro. No se puede confiar en un
Gabinete presidido por un procesado por apología del terrorismo y que entre sus
miembros tiene a un personaje como Íber Maraví señalado de haber participado en
atentados terroristas en los años 80 en Ayacucho junto con la senderista Edith
Lagos, a quien tanto admira Bellido.
No hay
“gobernabilidad” que valga en un gobierno que con sus hechos avala al
terrorismo, y que responde a un sentenciado por corrupción como Vladimir Cerrón
y a un partido procesado por lavado de activos como Perú Libre.
Además, permitir que
un personaje como Íber Maraví permanezca en el Gabinete es abrirle la puerta a
decisiones que son una afrenta para nuestra memoria. No debería extrañar, por
ejemplo, que se coloque como ministro a Osmán Morote (sin exagerar) y que se
prepare un indulto para el cabecilla terrorista Abimael Guzmán, quien dejará la
Base Naval para beneplácito de Sendero Luminoso.
La confianza a
Bellido es regalar el país al peor radicalismo. En nombre de una falsa “gobernabilidad”,
ellos van ganando tiempo y afianzándose en el logro de sus objetivos.
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