“Lo que al presidente Castillo –y a sus acólitos– le cuesta entender es que son sus propios actos, inacciones y decisiones los que lo están pintando de cuerpo entero. Y su resistencia a dar explicaciones claras ante la opinión pública solo empeora la afrenta.”
La última encuesta de Datum corrobora la sensación que el país comparte
respecto a los últimos escándalos suscitados por la propensión del gobierno a
actuar a escondidas y al amparo de las sombras.
El 74% de la ciudadanía no cree en la versión del presidente Pedro
Castillo de que sus eventos clandestinos en la casa de Breña eran personales,
mientras que otro 84% se manifiesta en desacuerdo con que se reúna con
ministros, comerciantes y proveedores del Estado a altas horas de la noche,
evitando cualquier escrutinio público.
Y por si eso fuera poco, además, aparte de un mensaje a la nación que no
convenció a nadie, continúa rehusándose a dar explicaciones al país o a
dialogar con la prensa para aclarar entuertos mayúsculos como los que han
generado, por ejemplo, sus actividades en su casa de Breña. Este silencio ha
sido justificado por sus correligionarios con argumentos tan colindantes con el
cinismo como los que dio la ministra y congresista Betssy Chavez, alegando que
se debía solo a su relación “tormentosa” con los medios.
La Defensoría del Pueblo, es cierto, ha emitido un informe en que se
detalla que el gobierno de Pedro Castillo ha vulnerado una serie de estándares
sobre la libertad de expresión en el país (a partir de pronunciamientos de
órganos nacionales y supranacionales, como la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión y el Tribunal
Constitucional), no solo por la opacidad con que acostumbra a actuar, sino por
las continuas amenazas que lanza al periodismo que no le es afín, su negativa a
dar entrevistas y el sonsonete que repite sobre un presunto botín de avisaje
estatal que de tanto en tanto anuncia será repartido únicamente entre medios de
provincias (¿?).
Sin embargo, es ridículo afirmar que el rechazo ciudadano al gobierno se
deba solamente a que existe un complot de la prensa en su contra, un recurso
fácil para librarse de los cuestionamientos a la falta de transparencia con que
actúa el oficialismo en general.
Lo que al presidente Castillo –y a sus acólitos– le cuesta entender es
que son sus propios actos, inacciones y decisiones los que lo están pintando de
cuerpo entero. Y su resistencia a dar explicaciones claras ante la opinión
pública solo empeora la afrenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.