Sobre la corrupción, y las razones que la motivan, podríamos señalar muchos aspectos respecto a sus orígenes, su etiología, las causas que la determinan, sus características tan propias, y toda una amplia gama de opiniones, controversias y análisis que constantemente se vierten sobre el particular, que intentan en alguna medida explicar las causas, las razones y las mismas motivaciones por las que la corrupción en nuestro medio sigue subsistiendo cada vez con mayor fuerza.
A pesar de las
medidas y discursos que se vierten contra la corrupción, no solo se ha
mantenido, sino que ha crecido en condiciones cualitativas y cuantitativas
hasta convertirse en el problema más importante del país.
La corrupción ha
dejado de ser un tema residual o circunstancial relacionado a una esfera, como
puede ser la criminal, para pasar a convertirse en un tema recurrente y de
grandes proyecciones en cada gobierno, la que por su propio contenido afecta la
misma gobernabilidad y en particular el Estado de derecho como factor esencial
sobre el que descansa la democracia.
Hablo de la dimensión
propiamente política de la corrupción, sin soslayar su contenido delictivo o
criminal conforme a todas las leyes y principios que reprimen esta clase de
conductas calificadas como delitos en la legislación penal.
La corrupción se ha
convertido en un tema de primer orden que involucra a todos los gobiernos sin
mayores excepciones, al margen de cada una de sus ideologías y proyectos
nacionales que se encuentren en boga, entre otras razones, porque los
organismos y las entidades tradicionales diseñadas para prevenir y controlar
los delitos de corrupción, llámese policía, contraloría, fiscalía, procuraduría
y sistema judicial en su conjunto, hasta la fecha han resultado menos que
inoperantes, ineficaces y hasta desfasados para fiscalizar y controlar en
condiciones mínimas y adecuadas un fenómeno delictivo que tiene evidentemente
un fuerte y único arraigo en el desenvolvimiento anormal e irregular de la
política nacional.
Por su propio peso y
trascendencia, la política escapa a las acciones y procedimientos tradicionales
de control, tanto para prevenir y tratar la corrupción como un fenómeno
netamente criminal, como con mayor razón cuando se trata de luchar frontalmente
contra impunidad que también es un factor especialmente relevante e inherente
en el plano de la corrupción política.
Razones sobran para
afirmar que la verdadera corrupción que impera en nuestro país es la política y
no la tradicional, la que por lo general se circunscribe a la los delitos de
corrupción cuyas características son bastante comunes.
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