El año que termina hoy quizá sea uno de los más oscuros y preocupantes que nos ha tocado vivir en las últimas décadas. No solo hemos caído en manos de un régimen marxista-leninista dispuesto a imponer su absurda y jurásica ideología, sino que además quienes lo encabezan son personas improvisadas y a las que les queda inmenso el desafío, aparte de sospechosas de estar manchada por actos de corrupción, comenzado por el propio presidente Pedro Castillo, el hombre del pasaje Sarratea.
Nuestro país en manos
del profesor Castillo no puede esperar mucho y menos en medio de una crisis que
ya nos ha costado más de 200 mil vidas en menos de dos años. Lo vemos cada día
en que se hace evidente que el hombre no ha dejado de ser un “sindicalista
básico” –tal como lo definió su propio expremier Guido Bellido–, y un rondero
dudoso que cree que un país en pleno siglo XXI se maneja como si fuera una
turba de gente que no rinde cuentas y que aplica “justicia” a golpes y
chicotazos.
Qué se puede esperar
de un presidente que tiene a ministros como el de Transportes y Comunicaciones,
o una premier como Mirtha Vásquez, empeñada en cerrar operaciones mineras
formales y debidamente supervisadas por el Estado, pese a los miles de puestos
de trabajo que generan y los millones de dólares que dejan al Estado. O qué se
le puede pedir a quien cogobierna con personajes como Verónika Mendoza o Marco
Arana, que han dejado las “convicciones” a cambio de uno o dos ministerios.
El problema de todo
esto es que desde un inicio, se sabía muy bien lo que implicaba elegir como
presidente a este señor que hace cinco meses no da una entrevista. Para nadie
era un secreto que venía apadrinado por un corrupto de ligas mayores como
Vladimir Cerrón y que bajo el brazo traía la nefasta propuesta de sacar una
nueva Carta Magna a través de una asamblea constituyente conformada en parte
por gente colocada a dedo por este régimen amante de las tiranías de Cuba y
Venezuela.
Apenas han pasado
cinco meses del gobierno del presidente Castillo y no hay dudas que no esperan
años muy oscuros. Marxismo-leninismo, improvisación y corrupción, todo junto,
es sin duda un cóctel explosivo para un país que de por sí ya venía tambaleándose
por el golpe que significa la pandemia de COVID-19. ¿Creen que un mandatario
que se deja asesorar por Karelim López –según ha dicho Bruno Pacheco–, podrá
hacer algo? Bueno, es lo que hay por ahora. Pese a todo… ¡Feliz 2022!
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