Nadie duda que la
imagen del Congreso de la República se ha deteriorado, al punto de generar en
la ciudadanía la sensación de que la existencia del Congreso es innecesaria
para el país.
Para recuperar la
confianza del electorado no solo se debe exigir que los postulantes no tengan
antecedentes penales, judiciales ni policiales, sino sólidos principios y
valores.
Los legisladores
son llamados “los padres de la patria” y por lo tanto “nuestros padres” deben
de tener una sólida moral, un infranqueable principio y una abundante gama de
valores éticos y morales.
¿Pero cumplen estos
requisitos tanto Ricardo Chavarría y Marcial Palomino de las filas de APP,
envueltos entre dimes y diretes para lograr ser candidatos al congreso de la
república?
El primero
(Chavarría) es una persona sin ética ni valores, que luego de pedir ser
cobijado en un partido ocultaba que estaba negociando debajo de la mesa con
otro, sin ética ni principios es el tránsfuga del mañana; Chavarría representa
al anti valor de un político, oscuro en sus ambiciones, y un traidor por
naturaleza.
En cuanto a
Palomino es el típico pendejo de barrio, sin escrúpulos y sobre todo pisoteando
a todo aquel que se le ponga en el camino. Ya lo demostró con Liliana Torres y
Segundo Díaz, un tipo frío, calculador, y muy avezado.
Aunque de una
persona que negó a su hija tantos años, que mal paga a sus trabajadores y con
denuncias de explotación laboral de los profesores que laboran en sus academias
y colegios, no podemos esperar ni exigir mucho.
Si vamos a tener un
parlamentario que va a tomar decisiones, a veces vitales para el futuro del
país, no podemos tener gente sin principios y valores tan indispensables como
la lealtad, el agradecimiento y consideración por el ser humano.
Los congresistas,
se supone, representan a sus electores y deben ser personas de intachable
conducta ética, pues ellos hacen las leyes y garantizan con su ejercicio, la
participación democrática del pueblo.
Por lo pronto son
dos ejemplos de “salta pericos”, calculadores, ambiciosos, y convenidos, que no
debemos de imitar y menos apoyar.
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