En lugar de rendir cuentas al país a través de conferencias de prensa y/o entrevistas, para aclarar las enormes dudas que en estos momentos genera su gobierno sobre temas de interés nacional, como el tratamiento a las inversiones, la educación o la pandemia, el presidente Pedro Castillo se limitó a retomar su costumbre de acudir a plazas públicas del interior del país para confrontar y atacar a la prensa y al Congreso.
Quién sabe si
semejante intemperancia fue apurada sobre todo por los primeros hallazgos de la
Fiscalía en su intervención a la oficina de su secretario Bruno Pacheco, que,
de momento, ya registra 20 mil dólares en efectivo escondidos en un baño de
Palacio.
En el caso de los
medios, los acusó de “tergiversar la realidad” por reportar, por ejemplo, las
pifias y los clamores de vacancia que se dejaron oír en Arequipa ante la
provocación de su portátil, que propagandizaba lo contrario, es decir, el
cierre del Congreso. La prensa, señor presidente, es solo la mensajera de los
hechos, de declaraciones, de contradicciones o de decisiones de gobierno tan
dudosas como la sucesión de malos nombramientos –suyas o de sus ministros– en
jefaturas estratégicas de la administración pública.
Y si tiene el cuajo
de ir más allá y amenazar a los medios independientes, aquellos que no se casan
con los poderes de turno (“no me voy a permitir darles un centavo a aquellos
que tergiversan la realidad, a aquellos que no quieren ver el pueblo, aquellos
que quieren hacer creer otra cosa”), como si su funcionamiento libre y
competitivo dependiera de los “centavos” del Estado, pues que le avisen sus
asesores que está apuntando a un blanco equivocado.
El golpe que pretende
dar, por si acaso, no será a esos medios que informan con valentía y
objetividad, que deben su credibilidad a sus lectores, sino al pueblo, que
continúa viéndose impedido de escuchar las explicaciones de las autoridades a
tanto desgobierno en apenas 100 días.
Las pechadas
efectistas al Congreso, por su parte, solo nos hacen recordar al tristemente
célebre Martín Vizcarra y su interés de desprestigiarlo ante la ciudadanía. Y
el capítulo final de esa historia, señor presidente, lo conocemos de sobra.
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