Dos gabinetes. Un premier (Guido Bellido) y nueve ministros (Béjar, Carrasco, Cadillo, Quispe, Barranzuela, Maraví, Gálvez, Merino, Ayala) renunciados. Tres embajadores designados: ni uno pudo ser acreditado. El último provocó que Suecia cierre su embajada en Perú. Parte de guerra de la improvisación y desgobierno del comunista/senderista Pedro Castillo.
Simultáneamente, en 100 días Perú no sólo dejó de capitalizar una tal
vez irrepetible oportunidad para usufructuar los formidables precios mundiales
del cobre; sino que con ello perdimos la ocasión para remontar las pérdidas
económicas acumuladas a consecuencia del desmanejo del Covid. En simultáneo,
hemos desaprovechado el momentum para captar inversiones privadas, tanto
nacionales como extranjeras, que generen trabajo para minimizar la crisis.
Asimismo, desperdiciamos los impulsos provenientes de una gigante recuperación
socioeconómica mundial.
Y la lista de falencias podría llenar toda una página. ¡Un costo que se
medirá por decenas de miles de millones de dólares! Temeridad que pauperiza
todavía más al hoy escuálido Estado peruano y produce, asimismo, un
estremecedor malestar general. ¿Acaso le importa asumir la responsabilidad de
esta devastación nacional al presidente Pedro Castillo? Definitivamente no.
Tanto que no ha dicho una palabra del desastre que ha montado. Más bien,
continúa vanagloriándose de su politiquería comunista y su irresponsabilidad
mesiánica, respecto a una nación vibrante con 32 millones de habitantes que,
hasta hace poco, fue considerada estrella mundial. Mudo, sordo y ciego, las
tres peores taras que pudiese exhibir quien se jacta de presidir nuestro país.
Estos son hechos, amable lector. No fabricaciones ni fábulas. Es la
dramática realidad que enluta a una sociedad que, repetimos, en sólo tres meses
de gestión del gobierno comunista de Castillo ha llegado al borde del
cataclismo.
No existe palabra para calificar este esperpéntico crimen
socioeconómico-político. ¡Hablamos de un crimen, amable lector! Porque es
criminal que alguien atente contra un país, como Castillo ha atacado al Perú,
sin saber que la consecuencia de semejante burrada sólo sería la monumental
crisis que ahora afecta la supervivencia en todos nuestros segmentos sociales.
Por esa sencilla pero irrebatible razón, consideramos que Pedro Castillo
debe ser vacado cuanto antes. El Perú no puede, ni debe, ni quiere ser víctima
otro día más de los abusos y prepotencias de un sujeto que usa de carnada a 32
millones de peruanos para imponer su mesianismo comunista. Castillo ha sido y
es consciente de que, aplicando la teoría marxista, el Perú acabará muy pronto
igual o peor que Cuba y Venezuela.
Lo sabe incluso porque en tres meses lo ha experimentado con sus propias
manos. Y conoce que las naciones que caen en el tirabuzón del colapso económico
son presas fáciles y rápidas para los expertos en derribar a sociedades
occidentales hacia el terreno fértil del comunismo. Porque seguramente se lo
han explicado sus asesores de los servicios de inteligencia habaneros.
No se trata de experimentos, ni tampoco de errores que haya cometido
Castillo en sus primeros cien días de desgobierno, amable lector. Es un plan
perfectamente elucubrado para comunizar de manera exprés al Perú, usando de
señuelo a Castillo. ¡Vacancia ya!
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